Llevo leyendo desde hace semanas, con toda la tranquilidad, porque aún no he concluido, el libro "Guerra y vicisitudes de los españoles", de Julián Zugazagoitia.
Quizás estemos demasiado acostumbrados a leer sobre la Guerra Civil con una visión de historiador, del hoy o, más allá, de los primeros años en que pudo investigarse sin tapujos sobre el conflicto armado.
La visión que nos ofrece Zugazagoitia es la del entonces, la de un periodista que, sin renunciar a sus ideas, relata lo que ve del modo más objetivo y humano posible. Se deduce con facilidad que la personalidad de Zuga era la de un hombre bueno, un hombre que confiaba en el ser humano, a tal punto que no escapó de París cuando pudo, hecho que le costó la vida. ¿Qué tenía que temer un periodista, absorbido como estaba, en su trabajo?
Zugazagoitia conjuga a la perfección sus dotes de narración y su capacidad como director de El Socialista (quizás, por diversas circunstancias, el diario más próximo a la oficialidad republicana) con su condición de diputado, lo que le da una perspectiva completa de los hechos en los primeros momentos, y con su condición de ministro en los momentos más avanzados de la guerra.
El autor padeció un ensañamiento inmerecido. Fue fusilado sin que nadie esperara a escuchar en el Consejo de Guerra los testimonios favorables a su persona.
Se le deja ver siempre la esperanza de una salida pactada a la guerra y de una confianza cierta en las democracias europeas, cuestiones ambas que no llevaron a nada, como de todos es sabido.
En sus páginas desaprueba duramente las muertes de Calvo Sotelo y de José Antonio, no sólo por lo que suponen en cuanto a muertes, sino por la difícil posición en que dejaban políticamente al gobierno de la República. De igual modo, muestra su orgullo por la iniciativa del general Miaja, con su apoyo, de poner término a las ejecuciones sumarias en el Madrid de las primeras semanas de la Guerra.
Se recogen igualmente los duros debates parlamentarios antes del golpe, el caos del bando republicano en las primeras semanas de la guerra, así como momentos especialmente emotivos para el autor.
Podéis igualmente alternar el relato del libro con los ejemplares de El Socialista de los días en cuestión, cuidadosamente digitalizados por la Fundación Pablo Iglesias y disponibles en su web.
Un lujo de libro que podéis disfrutar tanto en su edición de Tusquets del año 2001, con prólogo de Santos Juliá, o bien en la edición de Crítica, de 1977, con prólogo de Paco Bustelo y portada de Alberto Corazón. También hay ediciones de Buenos Aires (1940) y de la parisina Librería Española (1968). Yo estoy leyendo la de 1977, gracias a que mi madre la encontró en una librería de viejo y me la regaló.
Julián Zugazagoitia fue capturado en París por la Gestapo el 27 de julio de 1940, entregado junto con Lluís Companys (president de la Generalitat) a las autoridades franquistas (la noche que coincidieron en el calabozo les sirvió, casi sabedores de su destino, para conversar y para reconciliarse, dadas sus diferencias políticas). Fue juzgado sumariamente y fusilado en las tapias del Cementerio del Este (ahora de La Almudena) el 9 de noviembre de 1940, junto con su amigo Francisco Cruz Salido, redactor de El Socialista.
(En la foto, Julián Zugazagoitia y Francisco Cruz Salido).
Quizás deberíamos acordarnos más de figuras como Zugazagoitia, Cruz Salido o Federico Angulo, este último corresponsal de guerra de El Socialista, capturado y fusilado, que mandaba las crónicas mientras comandaba tropas con cierto éxito.
(Redacción de El Socialista: Zugazagoitia está marcado con el 1; Federico Angulo aparece fumando, el primero por la derecha).