Desde hace varios días vienen en El País esquelas recordando la muerte de diversas personas en los inicios de la Guerra Civil. Hasta ahora, y salvando algún caso, se trata de recordatorios de oficiales del Ejército fusilados por no querer sublevarse contra la República o bien alcaldes y otros funcionarios republicanos.
El proyecto de ley remitido por el Gobierno a las Cortes para la reparación de los daños producidos por la Guerra Civil (daños morales en su mayor parte, porque los materiales son difícilmente salvables) y para la recuperación de la memoria histórica ha suscitado las más variadas respuestas que dejan al PSOE y al Gobierno en el medio de la contienda (casi casi como en la Guerra Civil): de un lado, una parte de la izquierda cree insuficiente el proyecto, pero sabe que sufrirá modificaciones en las Cortes; de otra parte, los partidos nacionalistas sólo piensan en el alcance de la Guerra Civil en sus respectivas regiones; y de una tercera parte el PP condena el proyecto de Ley y dice que estamos en la concordia nacional (claro, que eso sólo lo dice quien ganó la guerra). La situación deberá negociarse en los próximos meses a fin de alcanzar un consenso (ya sabemos, todos menos el PP) sobre la Ley y que ésta sea útil para la reparación de las injusticias cometidas.
Mientras tanto, he de tener desde aquí un recuerdo y un homenaje a la figura del poeta Federico García Lorca, asesinado hoy hace 70 años en Víznar (Granada) por sus ideas políticas republicanas y por su homosexualidad, así como por la crítica en alguno de sus poemas y obras de teatro de la sociedad conservadora.
La cifra de muertos republicanos que aún siguen desaparecidos o en fosas comunes sigue siendo espeluznante. Hay que trabajar por terminar con esta situación. De igual modo, hay que trabajar por eliminar los símbolos franquistas que aún nos encontramos en nuestras calles y plazas.
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