25.1.06

NY Times editorial about Spanish Army.




Editorial

Army Troglodytes in Spain

Published: January 24, 2006

It is a basic principle of democracy that army officers do not publicly challenge the legitimacy of elected governments or talk about marching their troops into the capital to overturn decisions of Parliament. Yet that is just what has happened twice this month in Spain, a country whose 20th-century history compels it to take such threats seriously, even when the chances of insubordinate words' leading to insubordinate actions seems quite unlikely.
The response of the center-left government of Prime Minister José Luis Rodríguez Zapatero has been appropriately firm, including the dismissal and arrest of one of the culprits, a senior army general. Regrettably, the center-right Popular Party, the main opposition group, seems more interested in making excuses for the officers than in defending the democratic order in which it has a vital stake.
Spain's swift and smooth passage to modern democracy after the death of Francisco Franco in 1975 makes it easy to forget the horrors of the civil war and the brutal dictatorship that preceded it. Those nightmares began when right-wing army officers rebelled against an elected left-wing government they considered to be illegitimate and too deferential to regional separatists.
Spanish society, Spanish politicians and, for the most part, Spanish military officers have come a long way from that era, moderating their views and deepening their commitment to democratic give-and-take. But the Popular Party has had a hard time getting over its electoral defeat nearly two years ago, days after the terrorist bombings of commuter trains in Madrid. It has never really accepted the democratic legitimacy of that vote. It is time for the Popular Party to move ahead. Spanish democracy needs and deserves vigorous bipartisan support.

TRADUCCIÓN.

Trogloditas del ejército en España.
Publicado: 24 de enero de 2006.
Es un principio básico de la democracia que los oficiales del ejército no desafíen públicamente la legitimidad de gobiernos electos o hable sobre hacer marchar a sus tropas sobre la capital para contrariar decisiones del Parlamento. Pues esto es justo lo que ha ocurrido dos veces este mes en España, un país cuya historia del siglo XX llama a tomarse tales amenazas de modo serio, incluso cuando las posibilidades de que las palabras sediciosas lleven a acciones sediciosas parezcan más bien escasas.
La respuesta del gobierno de centro izquierda del primer ministro José Luis Rodríguez Zapatero ha sido adecuadamente firme, incluyendo el cese y el arresto de uno de los culpables, un veterano general de ejército. De modo reprochable, el centroderechista Partido Popular, el principal grupo de la oposición, parece más interesado en fabricar excusas para los oficiales que el defender el orden democrático en el que tiene un papel vital.
El paso raudo y suave de España a una democracia moderna tras la muerte de Francisco Franco en 1975 facilita el olvido de los horrores de la guerra civil y la brutal dictadura que la siguió. Esas pesadillas empezaron cuando los oficiales del ala derecha del ejército se rebelaron contra un gobierno electo de centro izquierda que ellos consideraban ilegítimo y demasiado condescendiente con los separatismos regionales.
La sociedad española, los políticos españoles y, en su mayoría, los oficiales militares españoles han hecho un largo camino desde esa época, moderando sus puntos de vista y profundizando en su compromiso de mutuas concesiones democráticas. El Partido Popular ha pasado una mala racha desde su derrota electoral hace casi dos años, días después de los atentados terroristas contra trenes de cercanías en Madrid. Nunca ha aceptado la legitimidad democrática de aquella votación. Es hora para el Partido Popular de cambiar. La democracia española necesita y merece un vigoroso apoyo de los dos principales partidos.

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