Existe una felicidad libre de euforia,
una felicidad sostenida de días
que suceden sin sucederse,
libres de vértigo también.
Una felicidad que no atrae la atención de los dioses
porque apenas es.
Los que la transitan
paso a paso
no notan el camino.
Una felicidad sin entusiasmo,
sin acontecimientos.
El amor, como el sol en la fronda,
se difunde humildemente.
Esos días el sueño
significa dormir más que soñar.
En sus dominios
nunca hay que levantarse a medianoche
para limpiar las sábanas de arena
porque no ha habido playa
ni combate
mas sí serenidad,
de otra manera.
Como lo que perdura
y no es inercia
ni llama.
No hay herida
y no ciega la espada
al mensajero.
Últimamente pienso mucho en esto.
No sé si la he tenido,
no recuerdo.
He encontrado dos líneas
en que pido una felicidad
libre de euforia.
Y si no la he tenido,
me pregunto por qué sé describir
tan justamente
ese país en el que nunca he estado.
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