Cuando nos paramos a pensar en los activos financieros que deben ser cambiados por líquido para no ahondar en la crisis... ¿hemos pensado en las nuevas formas de analfabetismo?
¿Por qué no salimos a la calle y preguntamos para ver cuántas personas conocen los términos wifi, o blog, cuántas personas saben lo que es un PIN?
La brecha digital es, ante todo, una brecha social. Y como tal debe ser tratada: los conservadores no se van a ocupar de ella, y la brecha digital se debe acortar antes de que dividamos, una vez más en nuestra Historia, a la sociedad en dos grupos: los informatizados y los que se caen por la brecha al abismo del tiempo.
Cuando aún no hemos puesto coto, más bien al contrario, al analfabetismo tradicional, la era digital nos trae nuevos retos y amenazas que no se van a quedar en el campo meramente tecnológico, sino que trascenderán ese campo para situarse en el laboral y económico, como condicionantes del personal, del cultural y del social.
Así pues, la era digital nos trae dos retos: de una parte, el peligro, que debe ser combatido con los mismo medios de expansión de la tecnología, de la implantación de una cultura ágrafa en el primer mundo, donde la imagen adocene, generando una masa acrítica y fácilmente desinformable, pero, de otro lado, también nos trae el peligro, aún más global y subyacente, de privar a la inmensa parte de la humanidad de los medios básicos de acceso a lo digital.
Aquello que podría ayudarnos a combatir el hambre o la extensión de pandemias solucionadas en el primer mundo puede, si no es manejado bien, contribuir a la ampliación de la brecha Norte-Sur.
Y dentro del Norte, puede contribuir, si no movilizamos nuestra capacidad crítica, a disminuir el número de ciudadanos activos, mínimamente comprometidos con su hecho social.
Por eso hay que tener días como el Blog Action Day: porque Internet, debe ser un medio de superación de barreras sociales, de avance social. El neoliberalismo no se va a preocupar de esas barreras, así que tenemos todo un campo para nosotros, para comprobar nuestro compromiso con nuestros propios principios.
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