El pasado 14 de abril se cumplieron 75 años de la proclamación de la II República Española, régimen truncado tras la sublevación militar que dio origen a nuestra última Guerra Civil. Son muchos los que han escrito en sus blogs y muchos los que han hecho o van a hacer homenajes.
Pues bien, parece que hay que echar cubos de memoria sobre un periodo manipulado por la Historia. La derecha se empeña en decir que la República apenas trajo avances y que fue un régimen de caos. Desde la izquierda, sólo unos pocos historiadores se acercan a la realidad con los ojos claros, sin que estén empañados por las lágrimas de la emoción. Otros, además, añaden la épica y la hagiografía exaltante de sus respectivos partidos políticos.
Por otro lado, están aquéllos que reivindican una tercera república… pero opinar es gratis y, como sabemos, todos los españoles solemos opinar gratuitamente, sobre todo, de medicina y de Derecho. Y éste, además de un problema político, es un problema jurídico, cosa ésta de la que algunos se han olvidado y no es menos importante.
Pues bien, parece que hay que echar cubos de memoria sobre un periodo manipulado por la Historia. La derecha se empeña en decir que la República apenas trajo avances y que fue un régimen de caos. Desde la izquierda, sólo unos pocos historiadores se acercan a la realidad con los ojos claros, sin que estén empañados por las lágrimas de la emoción. Otros, además, añaden la épica y la hagiografía exaltante de sus respectivos partidos políticos.
Por otro lado, están aquéllos que reivindican una tercera república… pero opinar es gratis y, como sabemos, todos los españoles solemos opinar gratuitamente, sobre todo, de medicina y de Derecho. Y éste, además de un problema político, es un problema jurídico, cosa ésta de la que algunos se han olvidado y no es menos importante.
Buena parte de nuestra población, en un supuesto referéndum entre Monarquía y República, votaría por la segunda, sobre todo si despersonalizamos a la primera y pensamos sólo en la institución, dejando a un lado a Juan Carlos de Borbón. Nuestro país es el único de Europa del Sur que es una monarquía. La caída de la dictadura griega y la Revolución de los Claveles llevaron repúblicas democráticas a nuestros vecinos del Sur, dejándonos a nosotros como los únicos con una monarquía impuesta por voluntad de Franco, e incapaces de quitarla dados los avances democráticos.
Hoy voy a hacer aquí mi particular reivindicación republicana.
Yo quiero reivindicar otra república, que cae en el olvido. La república de los intelectuales, porque fueron ellos desde las tribunas de los periódicos los que forzaron la situación de una insostenible monarquía. La república de la reforma agraria, que es tanto como decir la república de los campesinos, una reforma agraria que trajo a España el mayor avance en redistribución de la riqueza desde las desamortizaciones de las tierras eclesiásticas. Reivindico una república laica. Una república sin exaltaciones, una república tranquila (recordemos el “no es esto, señores, no es esto” de Ortega y Gasset). Yo reivindico la república de Prieto, de Largo, de Azaña, de De los Ríos, de Jiménez de Asúa, de Giral, de Casares, de Martínez Barrio. Yo reivindico que también, no lo olvidemos, había republicanos de derechas, una minoría, pero los había.
Sin embargo, muchos reivindican una tercera república como la segunda. Es más, cuando rememoran la segunda, lo hacen centrándose casi en exclusiva en la república de 1931 y de 1936-1939, o sea, que se pasan de largo de la proclamación a la Guerra Civil. Rememoran una república en guerra, trágica y, además, una república en la que las circunstancias llevaron a suprimir las más elementales libertades públicas con el ánimo de ganar la guerra.
Por cierto que no quiero terminar sin echar un buen jarro de agua fría. Aquéllos que hoy vociferan más a favor de la República, sobre todo desde el PCE y su coalición consigo mismo, IU, quizás tengan remordimientos y por eso hoy son los que más ruido meten. Sólo unos pocos datos históricos: el PCE no participó en 1930 en el Pacto de San Sebastián, que unió a los partidos políticos democráticos contra la monarquía. El PCE fue un partido marginal (y, en un principio, extraparlamentario) en la II República, si exceptuamos el periodo de mayoría del Frente Popular, en el que sólo tuvo 11 escaños. El PCE no participó ampliamente, como ellos intentan hacer ver, en la huelga general de 1934, auspiciada por el PSOE y la UGT. El PCE no participó en las instituciones republicanas en el exilio, que permanecieron en sus cargos hasta 1977. El PCE hasta luchó contra esas instituciones, verdaderas depositarias de la legalidad y la legitimidad españolas (en las que sí participó el PSOE, notablemente, en las personas de Rodolfo Llopis, presidente del Gobierno en 1947, y de Luis Jiménez de Asúa, ilustre penalista, presidente de la República de 1962 a 1970. Y, por último, el PCE se abstuvo en la enmienda presentada por el PSOE (por Gregorio Peces Barba y Alfonso Guerra) en las Cortes Constituyentes, en 1977, al proyecto de Constitución, por la que España se constituía en República. Por eso, quizás, hoy gritan tanto, porque les remuerde el haber querido hacer de la República una etapa de la Historia a su exclusivo servicio.
Hoy voy a hacer aquí mi particular reivindicación republicana.
Yo quiero reivindicar otra república, que cae en el olvido. La república de los intelectuales, porque fueron ellos desde las tribunas de los periódicos los que forzaron la situación de una insostenible monarquía. La república de la reforma agraria, que es tanto como decir la república de los campesinos, una reforma agraria que trajo a España el mayor avance en redistribución de la riqueza desde las desamortizaciones de las tierras eclesiásticas. Reivindico una república laica. Una república sin exaltaciones, una república tranquila (recordemos el “no es esto, señores, no es esto” de Ortega y Gasset). Yo reivindico la república de Prieto, de Largo, de Azaña, de De los Ríos, de Jiménez de Asúa, de Giral, de Casares, de Martínez Barrio. Yo reivindico que también, no lo olvidemos, había republicanos de derechas, una minoría, pero los había.
Sin embargo, muchos reivindican una tercera república como la segunda. Es más, cuando rememoran la segunda, lo hacen centrándose casi en exclusiva en la república de 1931 y de 1936-1939, o sea, que se pasan de largo de la proclamación a la Guerra Civil. Rememoran una república en guerra, trágica y, además, una república en la que las circunstancias llevaron a suprimir las más elementales libertades públicas con el ánimo de ganar la guerra.
Por cierto que no quiero terminar sin echar un buen jarro de agua fría. Aquéllos que hoy vociferan más a favor de la República, sobre todo desde el PCE y su coalición consigo mismo, IU, quizás tengan remordimientos y por eso hoy son los que más ruido meten. Sólo unos pocos datos históricos: el PCE no participó en 1930 en el Pacto de San Sebastián, que unió a los partidos políticos democráticos contra la monarquía. El PCE fue un partido marginal (y, en un principio, extraparlamentario) en la II República, si exceptuamos el periodo de mayoría del Frente Popular, en el que sólo tuvo 11 escaños. El PCE no participó ampliamente, como ellos intentan hacer ver, en la huelga general de 1934, auspiciada por el PSOE y la UGT. El PCE no participó en las instituciones republicanas en el exilio, que permanecieron en sus cargos hasta 1977. El PCE hasta luchó contra esas instituciones, verdaderas depositarias de la legalidad y la legitimidad españolas (en las que sí participó el PSOE, notablemente, en las personas de Rodolfo Llopis, presidente del Gobierno en 1947, y de Luis Jiménez de Asúa, ilustre penalista, presidente de la República de 1962 a 1970. Y, por último, el PCE se abstuvo en la enmienda presentada por el PSOE (por Gregorio Peces Barba y Alfonso Guerra) en las Cortes Constituyentes, en 1977, al proyecto de Constitución, por la que España se constituía en República. Por eso, quizás, hoy gritan tanto, porque les remuerde el haber querido hacer de la República una etapa de la Historia a su exclusivo servicio.