Se ha producido por fin la esperada noticia de un alto el fuego permanente por ETA. Los medios de comunicación no han dejado de repetirlo.
Pero hay enemigos de la paz: hay quien hace girar su discurso político en la continuación de la violencia, para poder hacer uso electoral del dolor de las víctimas. Hoy, esas personas no se han mostrado alegres, sino escépticas. Hoy, esas personas han dicho las más diversas tonterías: que el anuncio de ETA es como una tregua cualquiera, como una "tregua trampa"; o que el anuncio de ETA era la devolución de los favores políticos que les ha hecho el PSOE y Zapatero y que "a ETA le conviene que Zapatero siga en La Moncloa" (esto lo ha dicho María San Gil).
Mientras tanto, yo no olvido. Ni olvido a las víctimas de ETA, ni olvido a los 192 muertos del 11-M, porque ellos sufrieron un ataque de Al-Qaeda y otro del PP, la mayor mentira de Estado jamás contada. Como madrileño lo veo casi como un ataque personal, el mayor ataque al pueblo de Madrid desde la Guerra Civil o desde la Guerra de la Independencia. Hoy, en el día en que los terroristas de las bombas dejan paso a las palabras, tenemos que luchar contra los terroristas de las palabras. Paradojas de la vida. Hoy, mientras los terroristas de las bombas cesan el fuego, los terroristas de las palabras vuelven a atentar.
Hoy se abre un tiempo para la esperanza, pero no para el olvido. Sobre la base de no olvidar jamás lo que ha pasado, para que no se vuelva a repetir, hay que sentarse a dialogar. Habrá palabras que empiecen a sonar más: entrega de las armas, presos, víctimas, paz, proceso, desestabilización.
La paz no debe perderse en el camino del miedo. Seamos audaces, pero responsables.